Abro la ventana, escupo y sueño... el aire enturbia mis dedos. Nada pesa más que el tiempo, y el frío va despejando las dudas.
Cierro la ventana, y los ojos se vuelven hacia dentro. Clavo mi mirada en cada resquicio de mi laberinto, y saboreo y lamo cada esquina del mismo. La lambusio, me entretengo en el intersticio que queda al unirse dos paredes, la esquina terminada en punta, el cuchillo invertido. La lengua va tomando la forma de la esquina, su redondez se va limando y encaja en el nuevo molde, y a medida que las paredes se van cerrando empieza a doler.
Salgo del laberinto y busco una fruta. Un limón estaría bien. Me como la cáscara verde y boto el resto. Estaba muy sabroso el resto, al menos la basura dará cuenta de ello.
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