Me quiero atar a un hilo invisible,
pero no lo encuentro, lo perdí,
ese hilo no existe,
y donde buscaba vacío
sobre el que balancearme
sólo encuentro el suelo en donde estoy posado,
donde buscaba campo abierto,
sólo hallo paredes que aprisionan,
por los cuatro costados.
Traté de ponerte en un pedestal,
pero no hallé los materiales con qué construirlo,
fueron sustraídos, uno a uno, de mis dedos
y ahora, el palacio que creí habitar
es un yermo páramo
atravesado por un seco viento levante
y un agudo silbido me taladra los oídos.
No quise asumir la realidad,
los hilos invisibles no existen.
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