Me hago un abrigo con el frío
y me acurruco en su seno,
a frente descubierta,
ardiente como el hielo que tocó Aureliano Buendía,
el aire me enseña
que el más gélido aire puede ser cálido
que yo mismo me ofrezco en ofrenda
ante la inminente primavera que nos empezará a secar,
ante los inexorables calores que vendrán
congelando cualquier esperanza.
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