domingo, octubre 30, 2016

Hasta mañana, Rebecca

La palabra es exiliada
del plácido hostal donde se hospeda,
tranquilamente como quien va a misa,
toque en el hombro, "cango por fuera",
y hasta que percibimos el silencio ensordecedor
no nos damos cuenta del estrambótico encuentro
de una rana y un ciempiés
que acompasados tañen
un virtual tambor que jamás recorbró
aquellos sones del ayer, ni del hoy, ni del mañana.

Dale más gasolina a los males que afligen al mundo,
dejando vivir a los locos en su incertidumbre,
no nos narrará Pontecorvo las contradicciones,
pero sí nos servirá para acompañar con bandas sonoras,
con o sin Morricone, o cualquier otro ensueño
que nos une y lanza,
pues ello es lo de menos,
pero el exilio de la palabra es lo que nos atañe,
no lo que ellos tañen,
al sonido que soñamos, leemos,
y una margarita en el hortigal sueña con ser,
y "vámonos que fuímonos en cholas"
hacia el paraje en que tu estás,
pero otras voces jamás lograrán hacerte huir,
ni tapar tu consentido silencio,
la excusa crucial para traerte aquí,
donde no hay calles donde sentarse, leer y conversar
en el trepidante malivivir de una comodidad a la que no me acostumbro
ni vivo jamás.

No combatí nunca batallas en Argel,
por eso quizás consiento que mi palabra sea silenciada,
pero, dita sea, cómo es posible
que en este mundo cualquier flor que afee un paisaje de cemento
sea cercenada.

Hasta mañana, Rebecca

La palabra es exiliada
del plácido hostal donde se hospeda,
tranquilamente como quien va a misa,
y hasta que percibimos el silencio ensordecedor
no nos damos cuenta del estrambótico encuentro
de una rana y un ciempiés
que acompasados tañen
un virtual tambor que jamás recorbró
aquellos sones del ayer, ni del hoy, ni del mañana.

Dale más gasolina a los males que afligen al mundo,
dejando vivir a los locos en su incertidumbre,
no nos narrará Pontecorvo las contradicciones,
pero sí nos servirá para acompañar con bandas sonoras,
con o sin Morricone, o cualquier otro ensueño
que nos une y lanza,
pues ello es lo de menos,
pero el exilio de la palabra es lo que nos atañe,
no lo que ellos tañen,
al sonido que soñamos, leemos,
y una margarita en el hortigal sueña con ser,
y "vámonos que fuímonos en cholas"
hacia el paraje en que tu estás,
pero otras voces jamás lograrán hacerte huir,
ni tapar tu consentido silencio,
la excusa crucial para traerte aquí,
donde no hay calles donde sentarse, leer y conversar
en el trepidante malivivir de una comodidad a la que no me acostumbro
ni vivo jamás.

No combatí nunca batallas en Argel,
por eso quizás consiento que mi palabra sea silenciada,
pero, dita sea, cómo es posible
que en este mundo cualquier flor que afee un paisaje de cemento
sea cercenada.